Grotesco Musical
Suena un bolero distorsionado. La escenografía describe una diagonal en el espacio y la iluminación tenue nos sumerge en el "atrás", donde dos patas negras amplían la perspectiva. Una mujer irrumpe en la escena, fumando. Viste colores fuertes y sus acciones dan cuenta del tono evidentemente grotesco de la obra. "En Japón existen actores que consuelan a los ancianos", comentan en la radio. El ridículo aparece en forma de estímulo sonoro e inmediatamente después suena un tango. "Nada de esto es gracioso, ¿eh?", dice la mujer y su voz resuena hasta la última butaca. Tres ancianos la acompañan (¿o ella a ellos?): sus rostros maquillados llaman poderosamente la atención y sus cuerpos y acciones casi coreografiadas invitan a la risa.
El título de la obra abre un mundo de imaginación donde esperamos encontrar ojos achinados o una puesta inspirada básicamente en la cultura oriental. Pero en Japón el grotesco aparece de un modo completamente distinto, un modo nuestro y mayormente musical. Javier Bacchetto, Cachi Bratoz, Juliana Corazzina y Gustavo Sosa Souz encarnan los personajes de esta historia, donde el tiempo pasa y el vacío se hace presente de manera inminente. El ridículo del vacío. ¿Qué piden estos ancianos? PIden "pic-nic", piden "novia", piden fotos, pertenencias... Un mundo de ilusiones se imprime en la puesta dirigida por Mariana Diaz y que construye una dinámica interesante: los ancianos llevan adelante la acción y, en medio del universo que crean irrumpe la "enfermera", para cambiar el ritmo por completo. Esta mujer "ataca" con inyecciones, arroja objetos a través de una puerta, cambia su vestuario constantemente y otorga matices a la situación a través de lo vocal/musical. Cuando ella se va, todo "vuelve a su curso".
"Nadie se aburre de ser feliz", dice un anciano. Un texto solemne podría dar lugar a acciones solemnes. Pero no ocurre así en Japón: las acciones son siempre aparentemente orgánicas y no por esto caen en la solemnidad. La "felicidad organizada" subsiste por las infinitas intervenciones de esta mujer, cuya presencia es también grotesca y modifica toda la acción.
La escenografía a cargo de Mariana Díaz y Gabriela Luna, el vestuario por Anastasia Meier y el maquillaje de Carolina Castro, nos sumergen inevitablemente en esta historia donde también interviene el absurdo: el sinsentido de las palabras, incluso su musicalidad, difieren del realismo y nos corren casi por completo de la situación.
Japón es una dinámica de la convención: el sonido de la cuchara y el grito de "¡Vamos!" lleva al orden de las cosas. Se trata de un código que, tarde o temprano, llega al público para movilizarlo, para confundirlo. Donde el absurdo y el grotesco se encuentran de un modo particular y muchas veces en la autorreferencialidad:
Es como si estuviéramos actuando...
Entonces que vaya al teatro...
Un consejo de un anciano para la gente, desde y hacia el Teatro, allí donde ocurre la acción y donde, muchas veces también se destruye.
Micaela Gaudino.
FICHA TÉCNICA:
Actores:
Cachi Bratoz,
Javier Bacchetta,
Gustavo Sosa Souz,
Juliana Corazzina
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Dirección:
Mariana Díaz
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Autor:
Alberto Serruya
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Escenografía:
Mariana Díaz
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Vestuario:
Mariana Díaz,
Anastasia Meier
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Versión:
Mariana Díaz
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