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Zapatos en la nieve

Le pedí alas al cielo y no me las dio...

Nevisca es el diminutivo de María Nieves. La nieve que se hace agua de golpe... la que desaparece inadvertida.

Los zapatos invaden la escena, ya desde las escaleras que nos conducen a la sala. Olor a teatro, pequeñísimos objetos expuestos en aquel cubo negro. Y un blues... el blues y los zapatos (poderoso fetiche) que nos envuelve en la atmósfera de un mundo femenino. Dentro de un espacio por demás motivador, donde los objetos se vinculan a partir de diagonales y donde cada mínimo detalle cautiva al espectador, irrumpe Nevisca con su dulce voz y poesía inspiradora. No pasa mucho tiempo hasta que llega un hombre de mameluco, Ulises, con el ánimo bastante amargado y pedante, que maltrata a Nevisca y exige que le sirva. Ella dejó "pasar el tiempo" y la cena aún no está lista.

El código de Nevisca nos sumerge en el extrañamiento de dos personas que se involucran en una relación como la de María Nieves y Ulises. Una relación donde la cotidianeidad extraña, difiere, aleja. Gabriela Romeo, desde la dirección, ha sabido plasmar este código y sostenerlo a lo largo de la obra.

Una angustia que aqueja. Pequeño mundo.

"¿Quién se rompe el lomo acá?" Ulises acosa a su mujer, la obliga a hacer cosas que no quiere, presa de su propio dolor y de una enfermedad que a muchos invade en el siglo XXI, como lo es el ataque de pánico. Nevisca se ocupa de los zapatos, busca, siente, observa y escucha, sus sentidos están más abiertos que los de cualquiera. Los zapatos son su realidad pero también su ilusión. Johanna Chiefo es la actriz que debe enfrentar el desafío de encarnar a Nevisca (con los problemas que tiene el personaje) y, además, el de crear sus propios conflictos a partir del cuerpo, a partir de la acción. La acompaña en escena Juan Palacios en el papel de Ulises, con un tratamiento muy acertado del personaje nefasto y maltratador, machista y sobrador que atormenta a Nevisca. La voz áspera de Ulises recorre el espacio y surte el efecto deseado. Aparece, por último, el personaje de la madre de Ulises, "Cata", encarnado por Myrian Candia que irrumpe en el espacio cantando una canción, sacando a la luz el ridículo del estereotipo del motoquero, que a veces nos llega . Ella es el toque de humor que viene a cortar de vez en cuando con el drama que sucumbe a Nevisca; "Cata" es el personaje que vuelve al lenguaje coloquial, al lunfardo, sin dejar lo poético puesto en escena.

Ya encontraré los zapatos que me digan cómo andar.

Nevisca es el desafío de construir situación, ahí donde impera la angustia y la desolación. Excluyendo posibilidades de caer en lo "emocional" o "psicológico", el espacio construido por Giselle Vitullo es sumamente motivador para un actor/actriz. Motivador desde lo físico, de esos espacios donde nos encantaría sumergirnos. Las diagonales construyen tensión y "el atrás" es, por demás, insinuante y peligroso. No queda fuera el diseño de luces de Marcos Ribas que maneja el contraste entre azul y rosa para la escena y la transición respectivamente, pasando a veces por el blanco para los "apartes" y resolviendo por los cálidos para llegar al final.

Nevisca es una producción nutrida de metáforas, donde los zapatos no siempre pisan firme y a veces son la ilusión de un futuro diferente. Entre monólogos que marcan impasses y acciones notoriamente cuidadas, la obra pone de manifiesto una problemática que aún hoy subsiste en relaciones amorosas enfermizas. Somos una familia enferma, donde suena un blues.. donde sobra distracción.

Micaela Gaudino

Ficha técnico artística

Dramaturgia: Gabriela Romeo

Actúan: Myrian Candia, Johanna Chiefo, Juan Palacios

Dirección: Gabriela Romeo


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