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Imagen y Sonido en el Tiempo

Pocos personajes de animación resultan tan inspiradores como el histórico Mickey Mouse. Creado por la compañía Walt Disney en 1928, es portador de una simpatía que cautiva al espectador. Quizás habíamos olvidado esto, hasta que el 15 de julio pasado nos sentamos en las butacas de Teatro El Cubo (Zelaya 3053) para disfrutar de un espectáculo muy particular: Mickey Mousing.

Dentro de un clima de bullicio (aquel que caracteriza a la previa de cualquier recital), el telón del teatro se abre ante nuestros ojos, para dar paso a la apertura del show: Perceptual Trío, compuesto por Leonardo Cejas (contrabajo), Hitalo Coello (piano) y Matías Menarguez (batería). La música de estos muchachos, caracterizada por una notable prolijidad y variedad de climas, resultó ideal para dar inicio al espectáculo. Luego de algunos minutos, recibimos con aplausos al octeto de jazz que ofrecerá algo diferente. Entonces empieza la magia: Francisco Villaveirán (clarinete), Valentino Salami (trompeta), Pablo Moser (saxo alto), Marcos Barilari (guitarra), Nicolás Neira (piano),Bruno Montonatti (bajo), Matías Menarguez (batería) y Daniel Zabotkine (efectos de sonido y percusión), conforman Mickey Mousing y musicalizan la imagen que ve el espectador. “Musicalizan” porque su música está en función de lo que vemos, y sin embargo no sabemos dónde mirar: es la maravillosa confusión del ojo observador, deleitado, en la oscuridad de la sala, por la perfecta unión de dos cosas que suceden en distintos “tiempos” pero también al mismo tiempo. Volvemos a asombrarnos por la grandiosa producción de Walt Disney, por la ternura de sus personajes, por la profundidad de las temáticas plasmadas y también admiramos sobremanera a los músicos que siguen atentamente al director/compositor, Marcos Barilari, y que logran cautivar el oído de aquel que mira y no mira, que escucha lo que mira y no deja de sonreír.

La variedad de climas que logran los músicos nos mantiene visiblemente alertas, cambia nuestros gestos y expresiones. Es, nuevamente, la música, que tiene ese maravilloso poder: el de conmover y sacar a la luz las más maravillosas emociones. Con la tensión y distensión de las composiciones que suenan, seguimos a Mickey y a Minnie y completamos con lo que oímos los caracteres que particularizan al dibujo animado.

El espectáculo tiene un ingrediente fundamental: el humor. Entre un corto y otro, vemos proyectados en la pantalla algunos videos que generan complicidad con el público y resultan introductorios de lo que va a venir. Al humor se une también la burla, la parodia y (¿por qué no?) la crítica: una alusión notoria a los ortodoxos de la música clásica, los invita a retirarse en caso de no poder oír la 5ta Sinfonía de Bethoven convertida al jazz. ¿Cuántos de nosotros creemos que los artistas son "de mente abierta” (si puede usarse esa expresión)? ¿Cuántas veces nos sorprendimos al escuchar: “el músico de jazz tiene que tocar así...” “el jazz se toca asá.”? ¿Cuántos artistas se encierran en la estructura que ellos mismos construyen? Mickey Mousing propone un giro a ese pensamiento: porque el humor es tan característico de la música como blancas, negras y corcheas; como compás compuesto o simple (blah blah). Y, por supuesto, ¿de qué nos sirve la música si no para disfrutar?

Está en la idea original de Marcos Barilari la intención de entretener al público, en un trabajo que empezó como una tesis y terminó como un fenómeno, “de la mano” de Walt Disney, su Haunted House, Mad Dog, Building a Building, Traffic Troubles, etc. Una linda manera de traer a nuestros días maravillosas producciones de casi cien años de edad, donde imagen y sonido se sincronizan para reconstruir la atmósfera particular característica de los cines del siglo XX.

Micaela Gaudino


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