El ego del artista
La dramaturgia de Luis Agustini está inspirada, en gran medida, en la tarea del actor. Hay pocos espacios físicos tan motivadores como el camarín: es reflejo del mundo interno del actor. Dentro, se suceden las situaciones más extrañas, si no cómicas, propias de la preparación previa a salir a escena. El camarín "contiene" a los actores dentro de la cotidianeidad así como también en la vida profesional; es un espacio de transformación, de transición, que intercede entre el afuera y la "caja negra". En El Protagonista lo importante transcurre dentro del camarín, antes, durante y después de la función.
La obra gira en torno a la vida de Fernando, un hombre dedicado al Teatro, galán empedernido, aunque bastante pedante con las mujeres. Sus relaciones amorosas y el vínculo con su familia se construirán en la vorágine de un ritmo acelerado y un crescendo de la tensión que Luis Agustini ha sabido manejar desde la dirección. Los movimientos en el espacio son dinámicos y se suceden desde la "lógica de enredos" que resulta muy atractiva para el espectador.
Fernando es un actor que debe encarnar el personaje de Don Juan Tenorio (acaso no sea casual, pues se trata efectivamente de un "Don Juan") y, a lo largo de la función, entra y sale de escena (del camarín) donde los distintos actores intervienen: su ex-mujer, enfurecida por la sospecha de un engaño; su compañera actriz y amante; Juan, un tercero en discordia; Federico, el hijo que reclama atención y Regina, su fiel asistente con una hábil capacidad de oír detrás de las paredes.
La urgencia del Teatro (cambiarse rápido para salir a escena) hace de la sucesión de escenas una construcción cómica que mantiene al espectador activo, atento y hasta partícipe, de algun modo, gracias al recurso del "guiño" que tanto utiliza Agustoni: la confesión y revelación del Teatro como artificio .
Santiago Rapela, Teresa Solana, Nuria Frederick, Fernando Ricco y Valeria Atienza construyen la realidad de este actor egocéntrico y manipulador, que habla "con palabras de otros" y hasta utiliza la actuación al servicio de la mentira y el enmascaramiento. Agustoni se sirve de la triste/cómica realidad del actor: solo (aunque acompañado) en el mundo del Teatro, donde "desaparecen las torturas de la conciencia", el actor tiene el poder hasta de matar, ahí donde "sale de sí" y "se posee" más allá de los límites de la moral.
En El Protagonista, la acción ocurre, en realidad, dentro del camarín. Agustoni "juega" con la idea de las muchas escenas sucediendo en un mismo tiempo: tanto en escena como en el detrás, hay público y actores, tal como si, al mirar, estuviésemos reflejándonos en un espejo. Las escenas de amor parecen de Romeo y Julieta y los conflictos tienen el remate típico de comedia dramática donde la tensión se ubica junto a la burla y la parodia: El Protagonista es un hombre insoportable por su egocentrismo, manipulador en su discurso y mentiroso desde la permanente justificación racionalde hechos aparentemente injustos.
La obra es una parodia en tanto acude a la imagen del artista engreído que tanto conocemos, allí donde el amor propio posee al actor y lo hace "actuar" en los momentos menos indicados. Agustoni traspola la vida al Teatro, cuando un actor dice "Esto no es una escena de Teatro" y otro responde "Quién sabe..."; cuando hablamos de máscaras que usamos en distintos ámbitos de la vida: "Ojalá encuentres ese rostro", el rostro de la identidad, aquel que nos define en todo tiempo y lugar, en esto que es el Teatro de la vida, donde somos todos actores y espectadores a la vez.
Micaela Gaudino.